historia

CLAVIJO Y EL MONASTERIO DE SAN PRUDENCIO

En el siglo XVI la relación de Clavijo y el Monasterio de San Prudencio seguía siendo estrecha, tanto en sus aspectos vecinales como religiosos. La devoción al Santo estaba arraigada entre sus ciudadanos demostrándose documentalmente en varios milagros efectuados, por intersección del Santo, en vecinos de Clavijo


Cuenta Ibáñez de Echavarri (1753) que en el año 1557 una vecina de Clavijo: María Marín, mujer de Cristoval Pérez, “encancerósela” un brazo que se le terminó “pudriendo”, sin que los remedios y los Cirujanos pudiesen sanárselo.
Acudió en petición de auxilio a San Prudencio en busca de una curación milagrosa; bajada a la Santa Cueva y untado el brazo en el aceite de la lámpara del Santo, y tras una Novena en su devoción, fue curada recobrando
enteramente su salud. (1)

 

De la misma manera, en 1557, otro vecino de Clavijo: Juan Martínez de Moralillo, estando segando sus campos, le dio una perlesía que le cogió todo el cuerpo, teniéndole que llevar en caballería hasta su casa. Juan se encomendó a San Prudencio haciendo el voto de ir, mientras viviese, todas las noches de San Juan a velar y orar en la Santa Cueva de San Prudencio. Mandó decir esa misma noche una misa al Santo y justo acabada esta, quedó sano y curado. (2) Pero el milagro más transcendente atribuido a San Prudencio y que tuvo consecuencias durante siglos para Clavijo, Logroño y todos los pueblos comarcanos fue el del “disparo al general francés”.


Cuenta Ibáñez de Echavarri que, en el año 1521, el ejército francés, tras la capitulación de Pamplona, avanzó hasta el Ebro sitiando la ciudad de Logroño que sólo podría resistir gracias a la bravura de sus habitantes. Los franceses se dedicaron al vandalismo por la zona limítrofe con la ciudad, saqueando Agoncillo y Murillo de Río Leza. Temeroso el Abad del Monasterio Fr. Bernardo de Valladolid, que tras la caída de la ciudad de Logroño los franceses extendiesen este saqueo por zonas más alejadas, y mirando por la conservación de su principal tesoro que era el cuerpo de San Prudencio, “le quiso poner en mayor custodia, y esconderle en otra cueva allí cerca”, para ello lo cargaron, nuevamente, sobre una mula que dirigieron por el camino de Logroño en dirección a la escondida cueva. Cuando la comitiva avistó Logroño, la mula que llevaba el cuerpo de San Prudencio, se paró en seco y sin poderla detener se dio la vuelta dirigiéndose nuevamente hacia el Monasterio. Los monjes interpretaron que, puesto que el Santo no quería nueva cueva, era por que estaría seguro en la suya, por lo que volvieron a depositarle en la Santa Cueva del Monasterio.


Al día siguiente le llegaron a los monjes noticias de que a la misma hora en que la mula paró y dio la vuelta, y mientras la Ciudad de Logroño estaba implorando la ayuda de San Prudencio en su lucha contra los franceses, una bala perdida había matado al General francés “Monsieur de Santa Colomba” que junto a otros oficiales estaba cenando en una celda del Convento de San Francisco extramuros de Logroño, “sin que jamás se pudiese averiguar cómo, por quien, ni por donde había venido golpe tan impensado, tras el que entró otro mayor, que fue un terror pánico en todo el ejército francés, que levantado el Cerco, y repasando el Ebro huyó a Navarra, y de allí a Francia con gran pérdida
y menoscabo” (3)


Diego Téllez (2021) en su apartado “El francotirador” relata este episodio en su versión más lógica que es la de un disparo protagonizado por un francotirador, vecino de la ciudad, camuflado en la oscuridad y las ruinas, que acertó a matar a un General francés en un afortunado disparo. (4) Parece ser que los monjes del Monasterio aprovecharon esta
circunstancia, uniéndolo al episodio de la mula y con la complicidad de la Iglesia logroñesa, para reivindicarlo como un milagro de San Prudencio. Esto dio lugar a la aprobación por el Concejo logroñés del Voto a San Prudencio −Moreno
Garbayo lo achaca a la terminación por la intersección de este Santo de una gran sequía que asoló toda la zona en el siglo XII− (5). El voto consistía en la peregrinación en romería hasta el Monasterio de San Prudencio todos los años
el 27 de abril, víspera de su fiesta, y la entrega como ofrenda de “un hacha decera blanca, y cierta cantidad de ciertas monedas” según Ibáñez Echavarri y de “cera y un real de a cuatro” según Téllez.

LA ROMERÍA AL MONASTERIO DE SAN PRUDENCIO:


La romería popular al Monasterio de San Prudencio de Monte Laturce nace en una época indeterminada y se conserva con ciertos cambios hasta mediados del siglo XIX. Según Moreno Garbayo se inicia en el siglo XII como agradecimiento al Santo por haber cesado una gran sequía que azotaba la región. Según Ibáñez Echavarri se fundamenta en el voto a San Prudencio en gracias al milagro de 1521 referido anteriormente. Siguiendo a Moreno Garbayo (1943); el primer año en que costa su celebración es el de 1590 en el que acudieron a su celebración Logroño y más de 20 pueblos comarcanos En 1622 el obispo de la diócesis prohibió la procesión por estimarla contrario a las constituciones senoidales −normas eclesiásticas que reglamenta la actividad de las Iglesias particulares al amparo de la doctrina jurídica superior y que provienen del Concilio de Trento, contenían aspectos disciplinares al objeto de corregir aberraciones jurídico-administrativas, litúrgicas y ético-morales−, no obstante, autorizaba la asistencia limitada a una o dos personas para realizar la ofrenda al Santo. A partir de entonces eran el Procurador y dos regidores de Logroño los que subían al Monasterio a realizar la ofrenda y comer con los monjes.


Continuaron las vicisitudes con esta costumbre puesto que, en años sucesivos, los comisionados decidieron comer Villamediana, en el término de la Coronilla, en vez de en el Monasterio por lo que el Concejo logroñés tuvo que
ordenar en 1634 que estos actos se realizasen en el interior del Monasterio. (6) Las celebraciones gastronómicas debieron ir aumentando en comensales y calidad: hasta 1638 el gasto se ajustaba a 6.000 maravedíes, pero en 1639 se
elevó hasta los 17.000 maravedíes. En 1669 la Corporación logroñesa limita el gasto máximo en la comida a 1.200 reales, en 1675 a 1.300 reales y en 1677 lo eleva a 1.400 reales


En 1705 se concreta por el Concejo que “la ciudad cumplirá el voto con la asistencia al Monasterio del Procurador Mayor, el cual no podrá designar más de dos personas para su acompañamiento” y con un límite de gasto de 1.400 reales. (7)

En 1721 los regidores D. José Salazar y D. Bruno de Espinosa, así como también los Sres. Marqués de Gastañaga y Don Martín de Castejón fueron los que acompañaron al Procurador mayor. (8)


A partir de entonces la comida conmemorativa se celebró en el interior del Monasterio hasta que en 1747 los monjes se opusieron a que la cocinera encargada de realizar la comida entrara en la clausura, por lo que los comisionados y los acompañamientos tuvieron que realizarla en Rivafrecha y al año siguiente en Leza. El tema de la cocinera siguió dando problemas, por lo menos hasta el año 1750, a pesar que el Consistorio logroñés se quejó al Abad y al Papa y se dispuso a nombrar a un cocinero y construir una barraca cerca del Monasterio para separar cocinera y comitiva de la Comunidad de monjes. (9)

La romería al Monasterio de San Prudencio no fue exclusiva de la ciudad de Logroño a ella acudían también las localidades de Lagunilla, Leza, Ribafrecha, Trevijano, Ventas Blancas y Villanueva de San Prudencio, además de Albelda, Alberite, Clavijo, Lardero, Murillo, Nalda, Soto, Treguajantes, Villamediana y Zenzano. Estas 10 últimas terminaron acudiendo a la romería en día distinto porque “la concurrencia de tantas Comunidades en un mismo día era trabajosísimo para la que una por una las iba recibiendo, dilataba demasiado la función y ocasionaba pleitos de preferencias, no queriendo ninguna ser pospuesta a la otra” (8)

Ibañez de Echavarri describe pormenorizadamente la forma en la que se
celebraba la romería:


“El día 27 de abril víspera de la fiesta … van dos Comisarios con carta de la Ciudad para el Señor Abad avisándole de la venida, que debe hacer al siguiente día su Ilustre Senado, con el fin de cumplir su antiguo Voto, y visitar
el Cuerpo del Santo. El 28 por la mañana a son de Clarines, y con la pompa majestuosa que la corresponde llega a la puerta del Monasterio la Ciudad, que recibida de toda la Comunidad de los Monjes, es conducida a un salón destinado a ese efecto, desde donde hace visita al Señor Abad, y vuelta a su sitio espera a que se haga tiempo para la función. Entre tanto van llegando las Villas de Lagunilla, Rivafrecha, Leza, Trevijano, Villa-Nueva de San Prudencio,
y Ventas-Blancas, en esta forma: Preceden con su Cruz los Niños en dos filas, cantando las oraciones del Catecismo: siguiente los hombres con sus Pendones de Seda de varios colores, y detrás de ellos con la Cruz de la Parroquia la Clerecía revestida de Pellices cantando Salmos. Cada Villa entra separada de las otras, y es recibida de la Comunidad, que la conduce a la Iglesia, donde se canta delante del Santo la Antífona, Verso, y Oración de su Oficio” … “Entra pues a la Iglesia la Nobilísima Ciudad de Logroño, y postrada delante de la Cabeza del Santo repite sus votos, y le ofrece un hacha de Cera blanca, y cierta cantidad de varias monedas; cuyo ejemplo van siguiendo por su orden las otras cinco (¿6?) Villas concurrentes. Hacese una procesión general, se celebra de Pontifical la Misa, y se dice un elegante discurso sobre las virtudes, poderosa intercesión, y mérito del Santo. Después de acabada la solemne función, vuelve a su salón la Ciudad y es visitada del Señor Abad, que la da un espléndido Banquete; y por la tarde con la misma ceremonia acompañada de la Comunidad hasta la puerta del Monasterio, vuelve con la
misma pompa a Logroño…” (10)


Vemos, pues, documentada la realización de la romería hasta el año 1.750 y sabemos que a partir de 1837 no quedaba ningún monje en el Monasterio vendiéndose en pública subasta todos sus bienes en la casa del Priorato de Lagunilla. Tampoco parece posible que se celebrase durante los años 1809 a 1814 en los que el Monasterio estuvo abandonado debido a la guerra con Napoleón y expoliado por completo por los pueblos vecinos. La romería debió seguir realizándose, por lo menos en los pueblos aledaños, hasta el final del Monasterio pues siguió perpetuándose su recuerdo hasta principios del siglo XX con tradiciones como la de los “Bollos de San Prudencio”.

Los “Bollos de San Prudencio” es una Tradición de Albelda, recogida por Ruiz-Bazán Sáenz en su libro “Tradiciones en Albelda” (1986). En él cuenta esta tradición local: Al parecer en los últimos años en que el Monasterio estuvo habitado representantes del Ayuntamiento y vecinos del pueblo se desplazaban hasta allí el día del santo, en romería para oír misa y recibir del “Padre Prior” un bollo de leche bendecido. En los últimos años de la década de 1830 en vista de
la decadencia económica del Monasterio los bollos los hacía el panadero del pueblo, llevándolos hasta el Monasterio para bendecirlos. Al regreso al pueblo se hacía una parada en el camino de Clavijo para consumir los ricos bollos
bendecidos. El bollo, que era de leche, tipo “suizo” recibía la denominación de “Bollos de San Prudencio” (11)


Domingo Dorado García
Febrero de 2023


NOTAS
(1) Ibañez de Echavarri, Bernardo. (1753), “Vida de S. Prudencio, obispo de Tarazona,
Patrono principal e hijo de la M.N. y M.L. provincia de Alava”, p. 499
(2) Ibañez de Echavarri, Bernardo. (1753), Ob. Cit., p. 499
(3) Ibañez de Echavarri, Bernardo. (1753), Ob. Cit., pp. 493,494,495
(4) Téllez Alarcia, Diego. (2021), “El Cerco de Logroño de 1521: Mitos y realidad”,
Ayuntamiento de Logroño, 2021, pp. 77-80
(5) Moreno Garbayo, Tomás. (1943), “Apuntes históricos de Logroño tomo I”, p. 213
(6) Gómez, Francisco Javier. (1893), Logroño Histórico, Logroño, 1893., p. 463
(7) Bañuelos Martínez, Jose Mª. (1987), “ El Concejo logroñés en los Siglos de Oro”, IER y
Ayuntamiento de Logroño, 1987, p.99
(8) Gómez, Francisco Javier. (1893), Ob. Cit., pp. 463, 464
(9) Gómez, Francisco Javier. (1893), Ob. Cit., pp. 464
(10) Ibañez de Echavarri, Bernardo. (1753), Ob. Cit., p. 433
(11) Ruiz-Bazán Sáenz, Angel Ignacio. (1986), “Tradiciones en Albelda”, Logroño 198.

El Monasterio de San Prudencio.


Apuntes sobre su origen.


La leyenda de su fundación explica como al morir el obispo de Tarazona, Prudencio, en Burgo de Osma durante una visita pastoral, y al producirse la defunción fuera de su diócesis, la posesión de su venerado cuerpo es disputada
entre el lugar de su muerte y el lugar de su origen, por lo que, ya sea por su deseo o por costumbre de la época como
forma de dirimir la controversia, su cadáver fue cargado a lomos de una mula esperando que el agotamiento del animal indicara el lugar que la providencia divina reservaba para su entierro. La mula caminó largamente hasta que paró
agotada en la falda sur del Monte Laturce, junto a unas cuevas naturales existente en ese lugar donde decidieron enterrarlo. Debido a su fama como hombre santo al que se le adjudicaban numerosos milagros, el lugar donde yacían sus reliquias empezó a ser venerado y custodiado por los monjes que acompañaban a la mula y por eremitas residentes en las próximas cuevas de Leza, que terminaron fundando una iglesia dedicada a San Vicente mártir, quizás porque la cercana muerte de Prudencio no le había permitido obtener todavía la categoría de “Santo”.


Aunque hay confusión sobre diferentes San Prudencio, e incluso en las fechas de su nacimiento, es comúnmente aceptado que este San Prudencio fue nacido en Armentia en el año 550 (586 según Fray Matheo de Anguiano) y
muerto en Burgo de Osma en fecha imprecisa de principios del siglo VII.


La construcción de la iglesia de San Vicente, que dio origen al monasterio de San Prudencio, hay que datarlo pues a mediados o finales del siglo VII, si damos crédito a la leyenda de su fundación, y, por lo tanto, con posible factura visigótica en su construcción primitiva, aunque los restos más antiguos que se conservan, a expensas de posibles estudios arqueológicos futuros, corresponden a una iglesia posterior construida en el siglo XII.


La primera mención documental de su existencia como Convento es un documento de 950 mediante el que el abad Adica y sus monjes se entregan al abad de San Martín de Albelda junto con “Iglesia de San Vicente y la basílica del
Cuevas artificiales de Leza, al fondo el valle del monasterio de San Prudencio


Señor Prudencio donde reposa su venerable cuerpo, que está situado al pie del monte Laturce”.(García Turza, J. 1992).


García Turza atrasa el nacimiento del monasterio a fechas anteriores, en 925, como “centro religioso organizado (aunque muy posiblemente existiesen en sus proximidades pequeñas cédulas eremíticas mucho más antiguas, como ocurre en Albelda)” (García Turza, J.1992).


Siguiendo el estudio realizado por Chiara María D’Anna (2012) la construcción de las consecutivas Iglesias del Conjunto del Convento se realizó en las siguientes fases:

  • Construcción de la primera Iglesi a de San Prudencio o Baja. Posiblemente a finales del siglo XII, corresponde a los restos de forma rectangular aún visibles y situados al suroeste del conjunto. y su entrada estaría situada en su lado oeste.
  • Construcción, en el siglo XIII, de una capilla apoyada en la pared oeste de la iglesia baja clausurando su entrada original. Esto obliga a realizar otra entrada en la pared sur, que es la que hoy día se ve, ya de clara característica gótica. Esta capilla añadida es la que hoy día llaman “la cripta” cuya construcción ocurrió después (y no antes, como comúnmente se cree) de la construcción de la Iglesia Baja.
  • En 1381 ya se encontraba en construcción otra Iglesia (Ata o nueva) sobre la anterior (Baja o vieja). Así se desprende del testamento de Diego Fernández de Lezama y su mujer, en favor de San Prudencio, fechado el 11 de marzo de 1.381 (García Turza, F.J. (1992), p. 128). Según los estudios realizados por D’anna, Chiara Maria esta tercera iglesia se construiría directamente encima de la anterior —quizás por la escasez de suelo libre y nivelado— agrandando su estructura hacia el Este.

El Monasterio fue ganando importancia, seguridad y prestigio tras la conquista definitiva de la zona a los musulmanes. En 1058 los Señores de Cameros lo acogen bajo su protección estableciéndolo como su panteón familiar y dotándole de numerosas donaciones y ayudas para su mantenimiento y construcción.

Restos de la “iglesia baja” en el monasterio de San Prudencio En 1203 el Monasterio es donado a la Orden del Cister y empieza una etapa de esplendor del Monasterio que aumenta extraordinariamente sus posesiones e influencias con la ampliación de sus instalaciones y el incremento del número de monjes. Por diferentes relatos se constata al menos la existencia de una Librería, dos Claustros, una Hospedería, Patio, Cocina, Panera, Refectorio, Aljibe, Almacenes y el edificio con las celdas de los frailes, que hoy día se contempla en toda su inmensidad. Indudablemente existía también “La Santa Cueva” que era el primitivo lugar donde se enterró a San Prudencio y a la que se accedía desde el lado de la Epístola de la Iglesia a través de una inclinada escalera de diecisiete gradas.


Tras el siglo XVII la importancia del Monasterio fue decayendo en posesiones e influencia. A principios del XIX, entre 1809 y 1814, tuvo que ser abandonado debido a la guerra de Independencia, constatándose que cuando los monjes regresaron todos los elementos de valor habían sido expoliados salvo la “Santa Cueva” que, por miedo o respeto, la encontraron intacta. La desamortización de Mendizábal hizo que el Monasterio se abandonase
definitivamente y sus bienes fueran subastados públicamente en Lagunilla en 1837.

Desde entonces los restos de la Iglesia y las instalaciones conventuales se convirtieron en cantera para los pueblos de alrededor y en refugio de bandoleros iniciándose un proceso de abandono y degradación que ahora se trata de revertir con las iniciativas de la asociación “Salvemos el Monasterio de San Prudencio”
Domingo Dorado García
Abril de 2023

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